La novedad reside a veces en lo tradicional

Hoy queremos invertir la tendencia y hablar, oh sacrilegio, de la artesanía. Sí, ya lo sabemos, es algo que va en contra de la política de nuestro blog, donde siempre ponemos en solfa todo aquello que tiene que ver con la tecnología más rabiosa y actual. Pero tras la compra de nuestro último mueble para el ordenador y las peripecias que hemos tenido que pasar a la hora de montarlo y de comprobar que su durabilidad va a ser, en el mejor de los casos, tibia, nos hemos preguntado si a veces no será necesario el concurso de un buen ebanista para que nuestros muebles, incluso los que van a contener la mejor tecnología, sean duraderos y pervivan más allá del lustro.

Y es que parece que con la revolución del mueble desmontado y el hágalo usted mismo nos hemos olvidado, además de la peor manera posible, de esos trabajadores que con el sólo uso de sus manos son capaces de elaborarnos un montón de enseres de todo tipo y formato. Sí, la tecnología ha hecho por nosotros un montón de cosas, pero también es verdad que nos ha puesto en el brete de hacernos olvidar que a veces lo auténtico es precisamente lo que nos remite a otros tiempos y épocas en las que la artesanía lo copaba todo.

guiacarpinteros

Ojo, no queremos que entiendas que estamos defendiendo una vuelta a los orígenes, vivir en cuevas y todo eso (si lo hiciésemos tendríamos graves problemas para encontrar un enchufe en el que poner a cargar nuestros gadgets). Lo que queremos poner de manifiesto es que el concurso de buenos carpinteros es siempre necesario cuando pretendemos que nuestros muebles duren bastante, cuando queremos darle a nuestra casa un aire distinto o cuando necesitamos que el suelo de tarima quede bien pegado y no se desprenda a las primeras de cambio.

Y es que resulta patente que hoy en día, aunque nosotros pensemos lo contrario, lo del bricolaje es para artistas del destornillador, la sierra de calar y el escoplo. Hemos visto en la tele a señores que con sus manos, paciencia y unos cacharros excelentes (y los hay para todo, incluso para absorber el serrín) consiguen hacer una silla o una mesa de unos trozos informes de madera. Pero como nosotros no somos tan duchos en tal materia lo mejor es que llamemos a un artesano de verdad. Bueno, si no quieres que luego la comunidad de amigos hipsters que tienes se mofe de ti por confiar en trabajadores que aún usan las manos para algo más que teclear siempre puedes decir que te has comprado el mueble del ordenador en uno de los sitios de moda de Londres. Así no cometes el error de ser ignorado por la masa tecnológica que no entiende de útiles prehistóricos como destornilladores, sierras o gubias…