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Roger de Wendover fue un cronista inglés del siglo XIII gracias al cual sabemos que en el año 775 tuvo lugar un fenómeno que aterrorizó y fascinó a los habitantes de la época a partes iguales: “Ardientes y terroríficas señales se vieron en el cielo tras el ocaso; y aparecieron serpientes en Sussex, como si fuesen a expandirse sobre el suelo para asombro de todos”. Es un pasaje de su obra Anglo-Saxon Chronicle.

La mayoría de los cometas que se estrellan contra el Sol, y son muchos los que lo hacen, son demasiado pequeños como para crear ningún efecto. Para generar la reacción de la que hablamos, el cuerpo que chocase con la estrella tendía que tener aproximadamente tamaño del cometa Hale-Bopp, visto por última vez en 1997, que mide alrededor de 50 kilómetros de diámetro.

¿Qué ocurriría si la cantidad de radiación inyectada en la Tierra fuese tan descomunal que destrozase la tecnología en la que basamos nuestro día a día? Si algo así ocurriese, sería una catástrofe tecnológica: el tendido eléctrico se fundiría, las centrales arderían, las redes de telefonía dejarían de funcionar, al igual que los satélites e internet. Los sistemas de tratamiento y distribución de agua, las cadenas de producción, el transporte por cualquier vía, la atención médica… Sería raro el sector que no se viese afectado, y el golpe sería tan devastador que podríamos tardar años en recuperarnos. Las consecuencias podrían ser irreversibles

En cualquier caso, más allá de los problemas internos -no son exclusivos de España- causados por la falta de sostenibilidad en el crecimiento del sector y un intervencionismo sin rigor, las compañías españolas se sitúan entre las principales del mundo a la hora de exportar tecnología en el campo de las renovables.

Aún con lo poco práctico que podría parecer a simple vista, con AquaTop las bañeras podrían convertirse en un dispositivo para, literalmente, navegar en un sitio web, ver una película y hasta participar de juegos, en donde el comportamiento del agua puede tener un curioso efecto interactivo especial bajo cierto tipo de iluminación.

Para dejar ese rastro de carbono-14, esta tormenta solar habría tenido que ser veinte veces más potente que la mayor registrada hasta ahora: la que recogió Richard Carrington en 1859Pero según Melott, estas expulsiones se producen más bien en una sola dirección, como un chorro gigantesco de partículas solares. Suponiendo que la erupción se hubiese producido directamente hacia nuestro planeta, la energía necesaria para causar estos efectos habría sido menor.

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